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Álvaro Salvador
Otra tierra nuestra (Poemas 1976-)
Por Administrador Publicado en Autores, Principales en 25 mayo, 2019 0 Comentarios
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Todo el contenido que sigue ha sido redactado por Marina Alcaraz Pérez, Inmaculada Anguís Perales, Carmen Jiménez Molero, Adela López Martínez, Eduardo Valenzuela Romero e Inmaculada Valero Álvarez.

Biografía

Álvaro Salvador nació en 1950 en Granada y ha estado muy ligado a la ciudad de la Alhambra y a la Universidad como poeta y como profesor de literatura hispanoamericana. Forma parte del grupo “La otra sentimentalidad”, nombre con el que se autobautizaron los poetas Javier Egea, Luis García Montero y el propio Álvaro Salvador. Este grupo estuvo muy unido a Juan Carlos Rodríguez por esa visión quedesarrolla de la radical historicidad; la importancia de lo histórico dentro del ámbito de la literatura.

La música ocupa un espacio muy importante en su trayectoria personal y profesional, de hecho, fue reportero de la revista musical Mundo joven. La rebeldía estuvo presente en Álvaro Salvador durante la adolescencia y aquí es donde adquiere gran importancia la música, mientras que el compromiso político es posterior, pues este viene de la mano de la universidad. Esta rebeldía en las formas unida a la rebeldía política dio lugar a una serie de proyectos como la fundación de la revista , que dirigió entre los años 1968 y 1969. También, crea y funda otra revista llamada Letras de Sur en 1978 pero ambas revistas fueron breves, aunque de gran importancia, debido a la falta de promoción y de apoyos pero también por las obligaciones académicas.

En 1971 publica su primer libro poético , que supuso la confirmación de su vocación pues, antes de la publicación de este primer poemario, las dudas y la decepción sobre su carrera y vocación iban en aumento. Esta vuelta a la ilusión y a las ganas de creación, que dieron lugar a la publicación del poemario, casan con la llegada de Juan Carlos Rodríguez a la Universidad de Granada. La mala crianza es su segundo libro, publicado en 1974, y es un libro que plantea una lectura histórica y donde podemos observar la presencia de la guerra civil. De la palabra y otras alucinaciones fue publicado en 1975, donde el poeta intenta hacer una reflexión más materialista de la historia poética y del discurso poético, es decir, supone un cuestionamiento del discurso tradicional.

En 1976, publica Los cantos de Iliberis y en este mismo año, tiene lugar en Fuentevaqueros (Granada) un Homenaje a Lorca, “Cinco a las cinco”, que fue una de las causas fundamentales que dieron lugar a “La otra sentimentalidad”. Lo que pretendían con este homenaje era ligar el discurso poético con el compromiso político en un momento de desgaste y de ilusión provocado por la llegada de la democracia.

En 1980 publica su libro Las cortezas del fruto, poemario que incorpora un prólogo realizado por Juan Carlos Rodríguez titulado “La guarida inútil”. Es un libro teórico, reflexivo y metapoético que parte de otra perspectiva.

En colaboración con Luis García Montero publica en 1982 y, en este año, se produjo la recepción de Alberti en Granada, de hecho se va a publicar un libro llamado El manifiesto albertista donde Álvaro Salvador escribe un artículo de bienvenida titulado “Salutación”.

El agua de noviembre fue publicado en 1985 en la colección Maillot Amarillo. Aquí encontramos una voz mucho más personal, auténtica y madura y, además, es un libro que corresponde con un momento de ruptura tanto poética como personal. La memoria aquí es el intento de la reconstrucción y la ciudad se convierte en testigo.

Entre las publicaciones posteriores encontramos Reina de corazones (1989), La condición del personaje (1992) y El impostor (1996). Tras un largo silencio publica Ahora, todavía (2001), donde empieza a volverse más conscientemente irónico, decepcionado e incluso va a cuestionar las ilusiones de la otra sentimentalidad a través de un tono auto-crítico. En 2009, publica La canción del outsider y Fumando con mis muertos (2016) es su poemario más actual donde encontramos, de nuevo, la ironía junto a una reflexión moral y afectiva.

Poética

En consonancia con el maestro y teórico marxista Juan Carlos Rodríguez, Álvaro Salvador conforma su poética. Esta figura, en palabras del propio Álvaro, fue indispensable en unos años en los que la universidad estaba muy politizada. Álvaro, junto a sus compañeros de “La otra sentimentalidad”, siguió muy de cerca los postulados marxistas literarios de Althusser y los estudios de Gramsci gracias al magisterio de Juan Carlos Rodríguez.

Frente a la teoría kantiana de que hay algo trascendente y eterno en el serhumano, el poeta preferirá seguir la línea de “La otra sentimentalidad” y entender los sentimientos como algo radicalmente histórico. Decir que los sentimientos están enmarcados o que tienen “fecha de caducidad” contraviene la noción abstracta de sensibilidad, por lo que este grupo se separa de este concepto y habla de “otra sentimentalidad”. Una seña de su pensamiento viene de la famosa sentencia que Juan Carlos Rodríguez acuñó en su libro Teoría e historia de la producción ideológica: las primeras literaturas burguesas: “la radical historicidad de la literatura”, donde nos viene a decir que la literatura no ha existido siempre. Este postulado enarbola la idea de que la literatura, con las connotaciones contemporáneas, es tan sólo una línea de pensamiento que surge en un momento de la historia.

Por lo tanto Álvaro Salvador, que renuncia a la separación tradicional de vida y poesía, unirá estos dos ámbitos y llevará a cabo un cuestionamiento del tradicional “yo” poético. Dirá que la poesía es artificio, por lo que tendrá lugar en su obra la experimentación formal, la voluntad de transformar el lenguaje de manera radical, aunque sin dejar de lado la belleza. Esto consigue que en la poesía de Salvador haya una fuerte presencia de la realidad, en la que no faltarán ironía y desilusión.

Con el paso del tiempo, su poética irá sufriendo cambios. La primera poesía es de tipo “no trascendente”, es decir, cultivada en sintonía con “La otra sentimentalidad”. En palabras de Rodríguez, Salvador alcanza “su auténtica voz personal, su auténtica plenitud técnico-ideológica del verso” en Las cortezas del fruto, libro fundamental de la que luego se tornará en la poesía de la experiencia. Sin embargo, se producirá un cambio a partir de Ahora, todavía, obra en la que, a partir de una serie de acontecimientos personales, practica una poesía más irónica, decepcionada, autocrítica… y con la que llega a cuestionarse no solo las ilusiones de un lenguaje histórico típico de “La otra sentimentalidad”, sino también si el hecho de escribir una poesía distinta era un artificio que ayudaba a encontrarse con la verdad de la poesía o si esta es la forma mediante la cual el poeta puede expresar su mentira como verdad.

Poemarios como La canción del outsider buscan transmitir que se puede vivir la vida, el presente, mediante la poesía. En este libro Álvaro da un paso más en su estilo poético, cultivando ahora desde textos con tono narrativo, monólogos, poemas en silva libre o un uso de la sintaxis que camina hacia su propia abolición, siempre siguiendo una lógica interna. Recientemente, con su último poemario Fumando con mis muertos, la poesía que cultiva el autor es más bien reflexiva, en la que habla del paso del tiempo. Para Álvaro Salvador, el proceso de creación de un libro poético no consiste únicamente en insertar un poema tras otro, sino que existe un núcleo central, un hilo conductor a través del cual se crea un poemario. Otro rasgo fundamental de su poesía es esa vuelta a la poesía social de los 50, dejada de lado por los Novísimos. Asimismo suma a su poesía el compromiso social de la Generación del 27, que vierte en Álvaro un deseo de inminente renovación poética. Por ello, no cabe otra que terminar este apartado con la cita de Pilar Díaz de Castro: “Álvaro Salvador ha logrado una poesía tan densa y tan compleja como cercana y compartible: su forma de enfrentarse a la experiencia no salva la vida, pero ayuda a llevarla con dignidad y lucidez”.

Análisis de Otra tierra nuestra

En “El león y el rey de Occidente” Álvaro Salvador comienza, a modo de cita introductoria, remontándose a la parada que realizó León Trotsky en Cádiz de camino al exilio americano. Podemos dividir el poema en tres partes. En la primera parte, encontramos esa introducción ligada a los primeros versos donde se enlaza este personaje con un “tú” al que se dirige y que se trata no solo de un enmascaramiento del yo poético” sino también de una voz generacional. Al ser una voz generacional nos aporta ideas como la del territorio americano como un nuevo mundo, desconocido, misterioso y esperanzador, sin embargo, en todas estas ideas está implícita la muerte (“el mercader que puja por tu muerte”). La segunda parte del poema está marcada por un tono diferente y que aleja la voz poética de la realidad insertándose en el plano del pensamiento. Destacan, ahora, las palabras esperanzadoras, la hermosura, y las “azules esperanzas” dirigidas a “Ella” que es, nuevamente, una apelación a América.

Finalmente nos encontramos con una tercera parte en la que se recupera el tono inicial del poema con la imagen de esa llamada a la puerta. Es un poema claramente culturalista donde podemos observar, en los últimos versos, esa unión entre lo público y lo privado propia de Las cortezas del fruto, poemario al que pertenece este libro.

El segundo poema seleccionado, “Un hombre no es siempre todos los hombres”, está escrito en silva libre impar y nos presenta como tema principal la visión que numerosas veces se ha relatado sobre América pero que, en tanto que mirada atemporal, no asegura que ese fuera el pasado de estas tierras. Se podría estructurar en tres partes dependiendo del tiempo verbal empleado en cada una de ellas: la primera parte está construida en pasado, desde “yo no fui hace siglos un guerrero…” hasta el final de la segunda estrofa; la segunda parte, ya en presente, corresponde con la tercera estrofa en su totalidad; la tercera y última parte supone un regreso al pasado, conectado así con la primera parte, y la encontramos desde “no, yo no he sido un guerrero del Imperio del Sol…” hasta el final del poema.

El poema está dotado de cierto carácter inquietante a la vez que sensorial y que se termina concretando gracias a una serie de imágenes culturalistas provenientes del mundo americano (Imperio del Sol, la Idea de la selva sagrada, el dios Chall…) A lo largo del poema, la voz poética asume que todo lo que sabe sobre estas tierras lo ha aprendido: “lo leí, lo tuve que creer, me lo contaron…”, pero no puede contarlo desde su experiencia pues no ha sido “guerrero”, “sacerdote” o “centauro”. La primera y tercera partes dan cuenta de esto mientras que la segunda denuncia la voz eurocéntrica que, con “excesos de verdad”, quiere seducirnos y dominarnos con su visión.

El poeta se muestra consciente de la ignorancia en la que ha estado participando con respecto a la realidad de la conquista en “Nocturno de Nueva Inglaterra”, poema en el que habla sin tapujos pues ya no tiene nada que perder (“Pero yo no le temo. Nada puede temer quien nada tiene…”). Va a plantar cara a esa realidad americana empatizando con las voces que fueron reprimidas y que, ahora, se encuentran sepultadas bajo la “nieve dormida” o la “nieve eterna” pues ya nadie las escucha. Todas estas reflexiones las encontramos en el plano nocturno y la naturaleza de la selva donde, además, el poeta siente añoranza de su tierra por la lejanía. Disocia las imágenes y sensaciones claramente veraniegas ligándolas al invierno (“calor en los inviernos impacientes”) mientras que para las sensaciones invernales realiza lo contrario y las asocia al verano (“en los cortos veranos, sólo sombra”).

La espalda de Manhattan” pertenece ya a su último libro publicado Fumando con mis muertos (2015) que, por sus escenas provocadoras y cargadas de denuncia, nos recuerdan a Federico García Lorca con Poeta en Nueva York, donde la querella a la ciudad y al capitalismo está muy presente. Sin embargo, no solo supone una denuncia de la “carga humanitaria” utilizada como mano de obra o de la hipocresía del capitalismo, sino que también supone un diálogo con todos aquellos poetas y autores del pasado a través de la otra cara de Manhattan. Esta ciudad supuso para los autores de su generación lo que París para los poetas vanguardistas, pues hubo un desarrollo cultural muy importante y una exportación de los rituales propios de la cultura hispanoamericana como medio de recuerdo.

A Fumando con mis muertos pertenece también “Noviembre de ultramar” donde encontramos una voz poética reflexiva y tenue. Dirige el poema a una segunda persona que, en realidad, refiere al yo poético. El yo poético se pregunta (a través de la segunda persona) qué ha cambiado en uno u otro noviembre. El noviembre de ahora mantiene, quizá, “el bronce anaranjado de las hojas” o “la calidad del humo”. Sin embargo, este noviembre ha eliminado las lágrimas por ese otro en el que implícitamente recordamos a sus seres queridos que ya no están. Dialoga con ellos para así intentar encontrarse, sin embargo, todo ha mutado y ahora, no se reconoce en todo lo pasado, no se reconoce “ni aquí, ni allá”.

Por último, nos encontramos con el poema inédito “Güija”, en el que la voz poética la conforma el fantasma de Társilo de Arjona. Perteneciente al que Álvaro denomina subgénero de terror, este poema surge a raíz de una situación anecdótica. El poeta formaba parte del Colectivo 77, en el que se realizaban reuniones para programar actividades culturales pero también para compartir tiempo y experiencias como la de la güija: “…de sus ojos que movían /la copa por encima de los signos”. En una de estas reuniones, salió a la luz esta historia sobre el toledano que marchó a la India para poder recuperar su honra y su poder adquisitivo y que, al regresar a Toledo, acabó devorado por los perros. Álvaro mantuvo esta idea en su cabeza hasta que, finalmente, el poema se impuso y mantuvo este título para que quedase claro que el narrador es el propio fantasma del toledano, y esto lo vemos en el último verso “Allí vienen los perros. Ahora muero”.

En el poema, vemos los diferentes oficios a los que se tuvo que dedicar el personaje como el de soldado o encomendero, trabajos que muestran las tres acciones históricas que fueron llevadas a cabo en el continente americano: la conquista (mediante la profesión de soldado), la encomienda y la búsqueda del oro como sinónimo referente a la “búsqueda del dorado”. Finalmente, los últimos versos nos llevan al regreso de este personaje a su patria pero también al destino que se le impone, pues esos perros le quitarán todo lo que había conseguido en el Nuevo Continente, dejándolo de nuevo sin honra y sin riqueza, quedando reducido a un fantasma.


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