menu Menú
Darío Jaramillo
Cuadernos de música.
Por Administrador Publicado en Autores, Principales en 25 mayo, 2019 0 Comentarios
Colaboradores Anterior Otros proyectos Siguiente

Todo el contenido que sigue ha sido redactado por Francisco Javier Calderón de Lucas, Juan Javier Ortigosa Cano, José Gómez Mancebo, Mª Carmen Martín Soto, Ana Pérez Gallego y Alba María Jiménez García.

Biografía

Darío Jaramillo Agudelo nació en Santa Rosa de Osos, una provincia de Antioquia (Colombia) el 28 de julio de 1947, ciudad en la que permaneció hasta los 7 años. Más tarde, se trasladó a Medellín, donde finalizó sus estudios de bachillerato. Inicialmente estudió en la Facultad de Minas de la Universidad Nacional, aunque al final se decantó por la abogacía y la economía en la Universidad Javeriana de Bogotá. Tras ello, tuvo varios cargos relacionados con la cultura de su país: llegó a ser profesor de su universidad, colaboró en la redacción de la revista Golpe de Dados y de la fundación Simón y Lola Guberek y fue responsable de la política cultural al frente de la Subgerencia Cultural desde 1985 hasta 2007, lo que le permitió la organización, protección y publicación de numerosas obras.

Su vocación literaria comenzó desde muy pequeño; afirma Sergio Pitol en La ebriedad sin tiempo: presencia de Darío Jaramillo “Sé, por ejemplo, que a partir de los cinco años su padre le leía sonetos de Lope, rimas de Bécquer, poemas de Silva, y el niño entraba en un total encantamiento al oír ese conjunto de palabras rimadas […] Ya en la adolescencia, en un momento supo que la poesía era lo más importante en su vida, y que iba a serlo para siempre.” (2004; 7). En cuanto a su producción, se encuadra, junto a Álvaro Miranda, Henry Luque Muñoz, Elkin Restrepo y Juan Gustavo Cobo (entre muchos otros) en la llamada “generación desencantada” o “generación de los poetas sin nombre”, formada por poetas colombianos del 68.

Su primer libro (1974) comienza con una poesía irónica e intelectual; más tarde, publicará, también en el ámbito de la poesía Tratado de retórica (1978), por el que ganó el “Premio nacional de poesía Eduardo Cote Lamus” en ese mismo año; Poemas de amor (1986, 2013), Del ojo a la lengua (1995), Cantar por cantar (2001),  (2005), Cuadernos de música (2008), Sólo el azar (2011) y El cuerpo y otra cosa (2016), con el que resultó ganador del  “Premio Nacional de Poesía” 2017 a libro publicado. En referencia a las antologías, encontramos en su producción Antología poética (1991), Cuánto silencio debajo de esta luna (1992), Razones del ausente (1998), Aunque es de noche (2000), Del amor, del olvido (2009), Basta cerrar los ojos (2015) y Selección selecta (2018).Sus poesías completas se publicaron en 77 poemas (1987), 127 poemas (2000), Libros de poemas (2003) y (1995).

Sin embargo, no se limitó al género poético sino que también escribió numerosas novelas: La muerte de Alec (1983), por la que quedó finalista del “Concurso de Novela Colombiana Plaza &Janés”; Cartas cruzadas (1994), Memorias de un hombre feliz (2000), El juego del alfiler (2002), Nóvela con fantasma (2004), La voz interior (2006), gracias a la que quedó finalista en el “Premio Fundación José Manuel Lara a novela publicada en España”, en 2007; Historia de una pasión (2006), de tipo autobiográfico; e Historia de Simona (2011), con la que ganó el “Premio de Novela Corta José María de Pereda" en 2010. También cultivó el género ensayístico –aunque de manera más tardía- con Poesía en la canción popular latinoamericana (2008) y (2014).

Otras obras suyas son: Introducción al derecho cambiario: parte general (1976), Aventuras y desventuras de Pánfila con los números (1985), Guía para viajeros (1991), José Asunción Silva su mito en el tiempo (1997), Nicolás aprende los números (2012),  (2013) y Caperucita y los cuarenta ladrones (2015).

Bibliografía
Poesía
Historias (1974)
Tratado de retórica (Premio Nacional de Poesía, 1978)
Poemas de amor (1986, 2013),
Del ojo a la lengua (ilustraciones para diez grabados de Juan Antonio Roda, 1995)
Cantar por cantar (Pre-Textos, 2001)
Gatos (Pre-Textos, 2005)
Cuadernos de música (Pre-Textos, 2008)
Sólo el azar (Pre-Textos, 2011)
El cuerpo y otra cosa (Pre-Textos, 2016)

Poesías completas
77 poemas (Universidad Nacional, 1987)
127 poemas (Universidad de Antioquia, 2000)
Libros de poemas (Fondo de Cultura Económica, 2003)
Los poemas de Esteban (1995), personaje el del título de su novela Cartas cruzadas.

Antologías
Antología poética (1991)
Antología de lecturas amenas (1986)
Cuánto silencio debajo de esta luna (1992)
Razones del ausente (1998)
Aunque es de noche (Pre-Textos, 2000)
Del amor, del olvido (Pre-Textos, 2009)
Basta cerrar los ojos (Era, 2015)
Selección selecta (Lumen, 2018)

Prosa
Guía para viajeros (1991)
Historia de una pasión (Pre-Textos, 2006)
Poesía en la canción popular latinoamericana (Pre-Textos, 2008)
Diccionadario (Pre-Textos, 2014)

Novela
La muerte de Alec(1983, Pre-Textos, 2013)
Cartas cruzadas
Memorias de un hombre feliz (2000, Pre-Textos, 2010)
El juego del alfiler (Pre-Textos, 2002)
Novela con fantasma (Pre-Textos, 2004)
La voz interior (Pre-Textos, 2006)
Historia de Simona (Pre-Textos, 2011)

Poética

Juego, trascendencia, intimidad, alucinación, silencio… Para Darío Jaramillo Agudelo, la poesía, sin una distinción necesaria con respecto a lo narrativo, ha sido la «revelación brutal y feliz de que ese individuo [el poeta] está en una orilla distinta de las que rigen el mundo» (Jaramillo Agudelo, 2011, p. 13); ha sido, también, y es, un respeto a la propia espiritualidad, una manera de contemplación y de cultivo interior.

No obstante, no es el poeta un santo ni la poesía algo ajeno al mundo: se nutre de él y se rebela cuando es necesario; responde al violento capitalismo actual, a los totalitarismos; se yergue inconforme ante el subdesarrollo y los abusos imperialistas. Por ello, frente a las corrientes cultas que aíslan el lenguaje poético mediante programas cerrados, y frente a su mismo afán de trascendencia, Darío Jaramillo practica el «virtuosismo del tono menor» (Rodríguez-Gaona, 2010), un lenguaje asido firmemente a la realidad, para poder acceder a ella y hacer real y efectivo el poema. No es extraño, pues, que hasta en sus textos metapoéticos aparezca el juego y la ironía. En este sentido es Jaramillo fiel heredero de Nicanor Parra, en el cuestionamiento del lenguaje poético, pero no se queda ahí. Se han visto en su poesía las huellas de Proust, Swift, Onetti, Cortázar, Rulfo, de Silva, Carranza, Quessep o, incluso, de Borges, por el protagonismo en su poética de la contradicción (Rodríguez-Gaona, 2010). El poeta se mueve siempre entre tensiones, en la «alternancia entre lo íntimo y lo colectivo, entre lo real y lo imaginario, entre lo intelectual y lo cotidiano» (Rodríguez-Gaona, 2010); expone sin reparos la vicisitud del azar y sus paradojas, se atreve al tanteo del yo en pleno anuncio apocalíptico de la disolución del sujeto posmoderno. Y todo esto porque no rechaza la posibilidad de trascendencia espiritual (que no religiosa) a partir de la poesía. De ahí la indagación constante en sus posibilidades a partir de ciertos temas (la convivencia de contrarios, el cuestionamiento de la capacidad de ) y el diálogo que mantiene con otras artes, como la pintura (Del ojo a la lengua) y la música (Cuadernos de música). Jaramillo entiende la poesía como una melodía en silencio, aspira con ella al cuento cantado o la canción contada para poder incidir activamente en el oyente o lector inscrito en la realidad cotidiana.

Como el fallo del jurado del XV Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca apunta, es Darío Jaramillo «un relevante poeta de amor, el sentimiento y la intimidad» (El Cultural, 2018, noviembre 15). La temática amorosa es un lugar común en su obra, pues le sirve para el tratamiento profundo de la paradoja y el azar como problemática existencial en un mundo hostil y sin asideros que lleva al sujeto a aspirar a la huida hacia el individualismo espiritualista. Sin embargo, es el amor también un camino de vuelta en esta respuesta, una forma de volver al otro abandonado, de materializar los sentimientos, hacerlos cuerpo. Pero Darío Jaramillo, poeta del amor y del individuo, no necesita tanta parafernalia teórica en este juego que felizmente arrastra desde su infancia. En palabras del propio poeta:

Más bien, con entera humildad de aprendiz, soy un individuo que siempre trabajó en cosas distantes y hasta opuestas a la poesía, como el derecho, y que nunca pudo evadir sus obsesiones más persistentes relacionadas con el arte de alucinar con las palabras (2011, p. 20).

Comentario crítico

Some present moments of the future se organiza en dos series poemáticas, en escalas, como paradas de autobús, entre la voz poética, consumida por el inminente encuentro, y el objeto amado. Ambas partes desarrollan una notable gradación en la intensidad del deseo, mientras los poemas van adquiriendo a su vez un cierto tono cinematográfico de escenas que se superponen entre sí y que generan una imagen en movimiento.

El título en sí mismo ya encierra una contradicción. Nos situamos en un futuro que se hace presente a través de la evocación amorosa. Esta contradicción recupera la estructura arquetípica de la poesía mística en la que la voz poética y el objeto de deseo se sitúan en planos diferentes: uno pertenece al mundo carnal, mientras que el otro al espiritual; uno permanece a ras del suelo, mientras que el otro se halla en las alturas. De ahí que cobren también a lo largo de los poemas mucha importancia las referencias al vértigo y a la altitud. Del mismo modo ocurre con la definición de los espacios íntimos; la realidad pública (diurna), como límite del amor convencional, frente al espacio doméstico (nocturno), como lugar de encuentro del deseo y la unión sexual.

De la tradición mística también bebe esta unión, en diálogo directo con san Juan de la Cruz («¡o llama de amor viva, que tiernamente hyeres»), y de la herencia romántica de autores como Gustavo Adolfo Bécquer (Rima IV:«mientras sentirse puedan en un beso dos almas confundidas»)

Sola llama que dos llamas funde, confundidas:
ninguna llama es ella misma ni la otra,
sola nueva llama nuestros cuerpos.

Si la unión con Dios propicia un éxtasis espiritual en la mística; el amor, como nuevo dios desacralizado, colma de plenitud el cuerpo de los amantes.

Mi único pie se estruja entre tus pies que lo aprisionan tiernos. Luego acaricias el muñón y siento la caricia más abajo. Estoy amputado y me acaricias entero.

Frente a la imagen fetiche de “la media naranja” creada por el Romanticismo a partir de la teoría platónica, Darío Jaramillo propone una lectura que no es romántica ni existencial, el éxtasis compartido como disolución de los amantes en un mismo ser completo y total.

El cuerpo de la amada se convierte en un estímulo de sabor, calor y sonido muy en sintonía con ese intento que ha reconocido de plasmar todos las sensaciones posibles dentro de sus poemasRecordando lo que decía Jaramillo, el amor es una enfermedad preverbal, sexual, y la saliva no se malgasta con palabras.Si el cuerpo propio es una constatación de presente, la esperanza y la expectación ante el cuerpo que se ama se convierte en una garantía de futuro.


Anterior Siguiente

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Cancelar Publicar el comentario

keyboard_arrow_up